Parece que esa impaciencia está presente en este lanzamiento de Podemos. Decimos impaciencia y no urgencia, porque la urgencia, la necesidad de afrontar el dilema político de nuestro tiempo, está en la cabeza de muchos y de muchas. Pero una cosa es organizarse en la urgencia y otra muy distinta tratar de organizarse en torno a la impaciencia.
De algún modo la partida que todos y todas pensábamos jugar juntos ha abierto con caballo, saltándose a toda la línea de peones. Además, como partida que no emana de un proceso de mayor estructuración organizativa, ha tenido que apoyarse en dos herramientas nada cercanas al ciclo 15M: la figura de un líder y el golpe mediático.
Todo ello se complejiza mucho más si la organización que da carne y huesos al proceso organizativo de Podemos, esto es, Izquierda Anticapitalista, lleva dos años abriendo debates públicos y amasando procesos de discusión en torno a estas cuestiones con diversas gentesEntero en el desplegable. Fuente: Madrilonia 21.1.2014
Algunas preguntas sobre Podemos e Izquierda Anticapitalista
En política siempre merece la pena preguntar. Quizás sea más discreto hacerlo mientras se cocinan las propuestas y se lanzan las preguntas que diseñan los manifiestos y los programas. Este proceso de preguntas y respuestas, como el que llevó a los zapatistas a su famoso algoritmo 20 y 10 en el décimo aniversario de su alzamiento en el año 2004 (20 años de proceso organizativo y 10 de revuelta pública desde su alzamiento) siempre fue un modelo para entender y calibrar cómo se amasaba un proceso.
Pero no nos asustemos. No queremos decir con esto que todo proceso organizativo o social debe fraguarse obligatoriamente en tanto tiempo, aunque por suerte no hemos tomado al Movimiento Sin Tierra como ejemplo, pues ellos piensan siempre a cien años. Sólo debemos quedarnos con la imagen de que la estructuración y sedimentación política requiere unos tiempos. También podemos convenir que -cuando hablamos de política- este modo de proceder, de amasar en tiempos lentos, además de producir fuertes lazos y estructuraciones, genera a su vez altas dosis de impaciencia, sobre todo en aquellas personas que se sienten preparadas para un salto que parece nadie termina de dar. El tiempo de los movimientos a efectos políticos muchas veces parece desesperadamente lento, y nadie puede negar que lo es.
Parece que esa impaciencia está presente en este lanzamiento de Podemos. Decimos impaciencia y no urgencia, porque la urgencia, la necesidad de afrontar el dilema político de nuestro tiempo, está en la cabeza de muchos y de muchas. Pero una cosa es organizarse en la urgencia y otra muy distinta tratar de organizarse en torno a la impaciencia.
Como son muchos y muchas las que en diversos lugares y tiempos, están pensando ese salto, organizándolo, dejándose la piel en el mismo, también son muchos los que han mirado con sorpresa la aparición de Podemos. De algún modo la partida que todos y todas pensábamos jugar juntos ha abierto con caballo, saltándose a toda la línea de peones. Además, como partida que no emana de un proceso de mayor estructuración organizativa, ha tenido que apoyarse en dos herramientas nada cercanas al ciclo 15M: la figura de un líder y el golpe mediático.
Todo ello se complejiza mucho más si la organización que da carne y huesos al proceso organizativo de Podemos, esto es, Izquierda Anticapitalista, lleva dos años abriendo debates públicos y amasando procesos de discusión en torno a estas cuestiones con diversas gentes, lo que significa: acompasar agendas, establecer redes de confianza, discutir marcos estratégicos y momentos de oportunidad. Elementos estos últimos difíciles de compatibilizar con la impaciencia y la necesidad imperiosa de subirse a un caballo ganador.
No menos interesante es el nuevo juego de miradas que establece Podemos con respecto a Izquierda Unida. De hecho, es el primer partido político que nace explícitamente mirando de reojo a ver si mueven a Izquierda Unida, mientras que IU trata de remar para casa mientras mira de reojo las encuestas que le dan cierto aumento de votos. Con renovados aires el juego de la izquierda y la extrema izquierda de finales de los setenta se repite, incluso con algún protagonista compartido.
A esto se añade que Podemos sale a la luz con una buena síntesis de muchos de los discursos transversales del 15M y se pone en disposición de representarlos, propulsarlos, llevarlos al lugar donde se merecen. Pero ¿cómo se hace tal cosa? ¿Cómo se organiza el partido? ¿hay asambleas locales o sectoriales? ¿habrá congresos? ¿será una organización jerárquica? ¿tendremos un líder similar a la Monarquía del 78 sin responsabilidad legal alguna ni poder real pero que acumula todo el capital simbólico?
Sin duda lo menos transparente es el guiño que Podemos hace, como acto inaugural a Izquierda Unida. Es cierto que en IU hay sectores honestos y demócratas convencidos, como también es cierto que IU ha sido la pieza díscola del sistema de partidos a escala nacional. Pieza del sistema, no porque se haya visto salpicada por la corrupción o porque haya participado junto a Comisiones Obreras en el escándalo de Bankia, sino porque su diseño como partido y sus formas de hacer han sido fieles al modelo de la Transición. Líderes y cúpulas protegidos por estatutos blindados, juegos de mayorías y de poder, realpolitik electoralista, corporativismo, participación de los beneficios del capitalismo popular como en Bankia.
No se trata por tanto sólo de quedarse con los honestos, de juntarse a la gente de bien, se trata de desterrar un modelo de hacer política y por lo tanto de arruinar la idea de “partido político”, figura antagónica de un movimiento social que asume por medio de la participación electoral una función política. Motivo por lo que es central que conozcamos cuales van a ser las fórmulas de participación en Podemos, como se van a gestionar, elegir y decidir las portavocías, la apariciones públicas, los puestos de responsabilidad.
Es en este asunto crucial donde se han visto las dos almas de Izquierda Anticapitalista, ahora escindidas. Aquella que desea ser respetuosa con el tempo marcado por las agendas que construye con otros/as y aquella que desea dar el salto, aunque sea al estilo Marine, cogiendo a un puñado de sus mejores hombres, que no mujeres, y lanzarse contra la posición enemiga.
Sin duda el reto de que los movimientos se organicen y estén a la altura política del momento, ya sea por medio de candidaturas que ganen poder en el arco parlamentario o abigarrando un sistema de movilización con aún más impacto sobre los gobernantes, requiere un esfuerzo titánico. Cierto es que muchas veces se produce porque los movimientos son reactivos a este tipo de desplazamientos, pero lo contrario pueden ser atajos que nos lleven a callejones que están igualmente sin salida, no porque no funcione sino porque no tenga más consistencia que la que le dan sus líderes.
El gran reto por tanto no es sólo construir una marca electoral ganadora, que ojalá se maneje en parámetros similares a los de Podemos, sino cómo armamos un movimiento que asuma entre sus funciones las que tienen que ver con la destitución del régimen existente y la construcción de uno nuevo. Cualquier paso que no resuelva, al menos en parte, semejante dilema estará condenado a perderse incluso aunque consiga victorias electorales, pues no se habrá salido del juego del 78, donde la política es sólo el arte de representar a otros que están ausentes.
Madrilonia
21/01/2013